20 abr 2010

Ese caballo discapacitado


En esos términos calificó Uribe a quien –según su juicio- no podría encargarse de darle continuidad a su famosa Seguridad Democrática. Uno supone que se refiere a Mockus, obvio, convertido ahora en su enemigo político y reducido al término discriminante no sólo de “caballo”, sino de uno discapacitado, porque le tiemblan tantico los cascos y hace inestable el apero.

Así uno lee el comentario del mandatario, pero pues quién lo asegura. Es que ahora al Presidente le ha dado por hablar más raro y enredado que al propio Mockus, experto en lenguaje de enigmas. Genio de la metáfora y chalán renombrado, Uribe señala entre líneas que sólo su brioso caballo de ojitos arrugados, y marca de hierro en forma de U estampada en las ancas, puede hacerse a su legado guerrero.

¿Por qué lo hace?, se preguntan las vacas. Estupefactas murmuran que es una intrépida intervención en política. Pero eso es bulla, eso es nada, en esta finca jamás pasa nada más allá del rezongue y la pulla. Y el único capataz licenciado para ajustar las amarras a ese hocico incorrecto, locuaz y atrevido, se limita a pastarle el camino y de vez en vez a ordeñar sus contrarios como es menester de su Alejandro apellido.

Ay de mi bien y de cómo son las cosas en esta república ubérrima. Yo hasta creí que nuestro campeche de marras había enderezado su paso de potrillo fino, y no iba terminar su gobierno lanzando patadas a diestra, siniestra y a la verdolaga siniestra que muestra el fundillo.

Mal hará en continuar con su baba lasciva. Ese caballo al que tilda de “discapacitado”, va con la rienda suelta y todo me indica que va desbocado hacia arriba.

14 abr 2010

Huele a limpio, huele verde


“Huele a limpio. Como que oxigena”, empiezan a decir a todas horas, por todas partes y gentes distintas, incluso aquellas renuentes que jamás accedían a hablar conmigo de política porque sencillamente les parecía un tema vomitivo. Y es que en medio de nuestra rutina clientelista, plagada de tanta corruptela, cacicazgo y partidos ‘tradicionales’ (lo que debería ser considerado un mérito y no un adjetivo descalificador), pues la presencia de Mockus en la campaña por la presidencia resulta casi-casi como la de un pesticida en un enjambre de plagas, un desinfectante a base de girasol, un tarro de Clorox con empaque de Cresopinol.

Concuerdo con esas voces y me alegra encontrar ese ambiente inspirador. Pero no quiero tampoco sumarme al mesianismo virtual que sugiere que con Mockus lo conseguiremos todo, saneará todas las deudas, desarticulará las mafias y dará cobertura educativa para todos. Eso tampoco, aunque seguramente habrán avances en ese sentido.

Creo en cambio, eso sí, que con él empezaremos al fin una transformación con la que estamos en mora los colombianos: la cultura de la legalidad. Sé, por ejemplo, que es capaz de desmitificar aquel perjudicial tabú de que nuestra ‘malicia indígena’ es un atributo y no un peligroso detonante para cruzar la línea del delito. Sé también que, a muchos, les quitará de la cabeza que el “ser varón y ser machito” es el método para saldar discusiones. Sé que, además, no es un personalista ególatra sino que se sabe rodear de excelentes equipos de trabajo, lo que quiere decir que iríamos hacia un gobierno colectivo –de expertos- y no de meras cuotas burocráticas. Adiós a los Andrés Uriel, nunca más un Valencia Cossio y chao pescao a los Diego Palacio.

Por eso yo también digo que “huele a limpio y como que oxigena” y hasta da una luz de esperanza, cuando después de las elecciones parlamentarias creí que ya todo estaba perdido. La desinflada de Sergio Fajardo y su posterior renuncia (a su vanidad y a su candidatura) para al fin unirse a los verdes, reforzó el grupo de independientes para hoy verlos como una opción real de poder. Valiosa unión, sobra decirlo, pues el caudal de intención de voto aumentó, se sumaron esfuerzos y la imagen de partido “transparente” se solidificó, mientras las otras colectividades se van desmembrando por disputas y razones que ya de sobra conocemos.

En buena medida creo que por eso el papel de Fajardo no se puede reducir al de Vicepresidente (por lo menos no con las funciones distantes que tuvo Pachito), sino que debe tener una incidencia en las decisiones internas del país o incluso quedar a cargo de un ministerio de trascendencia. Sería justo que así fuera no porque él haya contribuido con votos (pues de esa maña justamente estamos hastiados: “tantos votos, tantos puestos”) sino porque su hoja de vida y méritos no ameritan desaprovecharlo. Gracias a él hoy la campaña no es de un candidato y su fórmula vicepresidencial, sino de dos candidatos de talla mayor.

Ahora hay que empezar a concentrar los esfuerzos en realizar planes ejecutables, entendibles y aterrizados, que resuelvan temas urgentes a los que hay que meterles el diente: desempleo, seguridad urbana, pobreza, infraestructura, etc. Yo doy por descontado la lucha de Mockus contra la corrupción -pues le es inherente, así como de Uribe se esperaba su contundencia contra las Farc-, luego superadas las obviedades quiero demandarle también por el resto, aquellos puntos donde no ha habido un suficiente despliegue de información.

Mientras parece no haber alcanzado todavía su techo de popularidad en las encuestas, y además no ha tenido que desangrarse en hacer campaña -pues en gran parte la están haciendo los mismos ciudadanos que hemos decidido apoyarlo-, mejor concentrar sus energías en traducirnos sus propuestas en un lenguaje sencillo y contundente, para que nos termine de convencer del todo, y a todos. Para un pastuso que no haya vivido en la capital durante su periodo como alcalde, su manera de hacer política puede resultar ambigua o incoherente. Nosotros que vimos la transformación de Bogotá sabemos y confiamos en sus efectos, pero no se puede suponer lo mismo del resto de colombianos. Propuestas claras y llanas, maestro, como decía un amigo: “con el lenguaje del pueblo”.

Por las demás campañas muy poco tendrá que preocuparse, profesor Mockus. Entre ellas mismas se hacen haraquiri y la guerra sucia contra usted, como intentaron hacerlo destapando su incipiente Parkinson, se traduce, por el contrario, en un solidario y merecido respaldo. No se sorprenda si sugieren que usted consume hierba (por aquello de la onda verde), que será el candidato de Chavez (a quien no le caería mal un poquito de agua en cara marica) o le exigen una prueba de Elisa (por aquello de pelar el trasero, por aquello de la zanahoria fálica).

El ataque es síntoma de que empieza a oler limpio, que empieza a oler a bueno.