2 mar 2010

La dictadura de los cacos


Malquiero a Samuel Moreno. Me parece torpe, burocrático, medio apelotardado, lelo y definitivamente incapaz para manejar una ciudad de las dimensiones de Bogotá. En fin, un huesazo de alcalde. Pero ante las recientes presiones de estos cacos (no merecen otro nombre) del transporte capitalino, me adhiero a su posición de no cederles un céntimo. Lo rodeo y lo acompaño.

Bogotá ha sido siempre víctima de ese gremio de gulas, que quiere el monopolio del servicio de transporte público y que, además, se niega a plegarse a un ordenamiento sensato que los ponga en cintura y le permita a los bogotanos mejorar la precaria movilidad. Y cuando se va a aplicar una medida, acuden a la estrategia de siempre: paralizar la ciudad.

La implementación del Sistema Integrado de Transporte Público (SITPC) es una prioridad para la ciudad, no sólo porque tiene una altísima practicidad para los usuarios (quienes podrán tomar varios medios de transporte –Buses, TransMilenio y posteriormente Tren de Cercanías y Metro-, con un único tiquete), sino también porque le quita a los gremios transportadores la posibilidad de continuar con su famosa ‘guerra del centavo’, gracias al sistema integrado de recaudo que se implementaría para que los conductores dejen de recibir dinero en especie.

Pese a esas ventajas, los propietarios del transporte colectivo no quieren perder tajada. Presionan de manera arbitraria y atentan contra los ciudadanos: retiran sus vehículos de las calles, impiden trabajar a sus propios conductores, promueven acciones vandálicas para que quienes presten el servicio sean atacados, apedrean TransMilenio, ponen a marchar a los ciudadanos largas distancias, impiden las clases en los colegios y universidades, joden el comercio, ponen a joder a los jefes (que tienen carro) a sus empleados por retardos y bueno… nos joden en serio.

Luego así como se le aplaudía a Uribe cuando actuaba muy machito, lo hay que hacer también con Samuelito, por más impopular que sea nuestro alcalde.

Más que la inseguridad, el desaseo y la falta de cultura ciudadana, el mayor problema de la capital es la movilidad. Para la mayoría de trayectos hay que disponer más de una hora: sea por la saturación de vehículos, por el exceso de buses compitiéndose la misma ruta, por las interrumpidas obras (que por el IDU, que por incompetencia de los Nule, que por Samuel, etcétera, etcétera) o porque las vías están en pésimo estado. Una medida, que permita disminuir este caos, merece nuestro apoyo. Así toque aguantarnos las incomodidades en que nos ponen los cacos por un buen rato.

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