18 nov 2008

EL HABITANTE DE LA NOCHE


El pasado 24 de agosto cumplió el maestro Antonio Ibáñez la extraordinaria trayectoria de 55 años en el cuento de la radio. Una fecha que sólo él podría recordar, porque es el único que conozco con semejante memoria. No quería dejar pasar el momento, para dejar unas pequeñas palabras de mi parte. Un minúsculo homenaje, escuálido, comparado con el que realmente se merece.

Entre quienes puedan ver esta nota, no sé cuántos logren realmente ubicar a Antonio en su memoria. Porque, desafortunadamente, quienes le siguen la pista, no frecuentan este medio: son los que se exiliaron en el nostálgico encanto de la radio. Y son, particularmente, verdaderos noctámbulos.

Antonio es el pionero de los programas nocturnos en la radio. Y empezó con esa oportuna ocurrencia al entender que hay que iluminar la duermevela y no sólo entretenerla. Ha sido, sin lugar a dudas, una luz en medio de tanto programa torpe que ha querido incursionar en los espacios de la noche. Más de la mitad de esos 55 años que cumple en este medio, Antonio (o ‘Toño’, como le llaman cariñosamente muchos de sus oyentes), los dedicó justamente a la radio nocturna. Primero en Caracol (cuyo programa iba hasta las 4 de la madrugada) y luego en Todelar, donde completa ya 16 años como conductor, director, realizador, buscador de invitados, gestionador de pauta, secretario y lo que a bien le toque, del programa Habitantes de la Noche.

Los que hemos tenido el gusto de conocerlo, sabemos que Antonio es lo más parecido a un extraterrestre. La energía que transmite es un mineral de otra galaxia –como la cryptonita, pero más fina, que en vez de doblegarlo lo llena de vida-, y su cerebro, que raya entre lo mítico y lo misterioso, tampoco pertenece a este planeta.

Siempre me he preguntado cómo fue posible que, a pesar de haber bebido durante 40 años de su vida, logró mantener intacta la totalidad de sus neuronas. Como su asistente en cabina por algunos meses, recuerdo que me invitó a participar de una sección a la que llamaba Histodelar, que consistía en una suerte de efemérides en donde yo le lanzaba pistas para que él encontrara el personaje que, un día como ese, había nacido o fallecido. Podía seleccionar personajes muy antiguos, los más escabullidos en la Historia, y el resultado era el mismo: Antonio siempre ganaba.

Lo mismo ocurría con sus extraordinarios invitados, quienes hablando de un tema -la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo-, eran interrumpidos por ‘Toño’ quien introducía un comentario inédito, enriquecedor: la historia de un piloto francés de nombre tal, en el año tal y en la ciudad tal, que pudo no ser relevante en la guerra, pero tenía anécdotas que resultaban mucho más interesantes que las de Roosevelt o las de Satalin. Una memoria fuera de serie.

En su cabina se sentaron los más importantes personajes del país, desde intelectuales, científicos, escritores y hasta Presidentes; pero también seres ilustres de la sociedad del anonimato: músicos novedosos, altruistas de barrio, estudiantes creativos y poetas, muchos poetas aunque no todos escribieran versos. De sus invitados, no sé si todos, pero sí la gran mayoría, embelesados con la altura intelectual de su interlocutor, trasnochaban dichosos hasta que terminara el programa.

Hasta yo, que no tenía paga y por mis propios medios debía devolverme a mi casa en la madrugada, sentía más provechoso noctambular con sus historias, al tiempo que aprendía cómo se hace verdadera radio. “No hay que manosear los entrevistados, Jota Alfonso, hay que dejarlos que se liberen, que se expresen, suficiente tienen con la intimidación del micrófono”, me aconsejaba.

Hay tantas historias que contar de él, muchas de ellas compartidas en la cabina cuando no estábamos “al aire”, pero por prudencia y respeto no me atrevo a ventilarlas. Solo puedo hacer un acercamiento tímido a su figura rebelde, llena de anécdotas en la España franquista donde pasó largo tiempo como corresponsal, soportando los dos mundos de la época: el oficialista-estatal y ese otro nocturno bajo la sombra del surrealismo y los librepensadores.

Sólo conociendo una manera de vivir como la suya, puede uno entender que su novia hoy tenga menos de 30 años cuando él supera los setenta. Porque así, flaco, engalamido y arrugado, entre los conquistadores sobresale como capo de capos. Ha reducido su apariencia a ser lo menos importante, cuando se tienen palabras románticas e inteligentes. Gracias a que, como contó a El Espectador refiriéndose a su epitafio, “Yacerá como un simple estudiante de la vida que nunca se graduó”, ni tampoco le interesó. Su universidad la ha hecho en su propia biblioteca.

La última vez que fui a la pieza en donde vive era una biblioteca con espacio para la cama y eso que allí no están todos los libros que ha leído. Puede encerrarse horas y horas devorando –literalmente- montones de libros a los que dice él: los viola. Tampoco se equivoca. Los penetra con su cerebro lúcido y les deja un rastro con resaltador de varios colores que es la prueba fálica de que los estuvo acariciando con meticuloso cuidado. De lejos es el estudiante más viejo que conozco. También el más feo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me parece un buen homenaje a antonio ibañez, yo ta bien escucho alguans noches, pues aveces no lo puedo sintonizar, me parece un tipio interesantismo y muy inteligente, y susu invitados ni para que decir algo, mi nombre es julio lozano y vivo en palmira - valle, me gustaria saber mas de el y su programa, pues ni siquiera lo conozco en fotos.

mi correo es jclozanof@yahoo.es


gracias