23 nov 2008

LA POSICIÓN DE LA CÁMARA


Una vez me dijo un periodista de El Tiempo que “la Historia depende mucho de la posición en que se ubica la cámara para registrar los hechos”. Tenía toda la razón. El 12 de octubre de 1492 la cámara venía empotrada en las carabelas de Colón que se aproximaban a esta tierra para ellos desconocida. Este grupo de conquistadores arribaban con el presupuesto de que llegaban a ‘iluminar, civilizar, evangelizar y culturalizar’ a un montón de aborígenes anónimos del mundo.

Otra cosa hubiera sido si la cámara hubiera estado en la posición de aquella América: unos hombrecillos suntuosos con apariencia de caricatura, medias hasta las canillas, vestimenta colorida y pelucas de señora, desembarcaban con la intención arribista de llevarse todo cuanto fuera considerado una riqueza para los indígenas. Así no está consignado en los libros, obviamente, porque la cámara venía filmando desde España.

Algo parecido vuelve a suceder con los indígenas. Esta vez las víctimas olvidadas son los casi 20.000 indígenas que partieron hace más de un mes desde Cauca hasta la Capital y que, con un pedido sensato y elemental, algunos renuentes capataces insisten en considerar una exigencia exagerada: tierras productivas. ¿Por qué si es un suceso de admirable tesón y enciende una alarma social tan apremiante pasa desapercibido? Porque no está la cámara.

La única señal de que llegaron a Bogotá se constata cuando uno avanza por la Calle 26 y empieza a percatarse de los numerosos graffitis que dan la bienvenida a la Minga. Minga que, por cierto, se ha movilizado desamparada y han sido apenas unos pocos, poquísimos, los que se han solidarizado con ella brindándole un lugar para pasar la noche o una modesta merienda. Porque la Minga no mendiga.

La cámara está registrando la noticia efervescente del momento (porque para el Gobierno es preciso que así sea) y se olvidaron –una y otra vez- de nuestros indígenas. La cámara está maravillada con las filas de ahorradores de DMG a quienes se les acabó la dicha y con las excentricidades de ‘traqueto’ de David Murcia, el nuevo Pablo, el nuevo Mesías.

Otra cosa fue cuando la cámara se le salió de las manos al Gobierno y la tomó un acucioso periodista internacional para registrar a un policía disparando a los indígenas. Ahí sí hubo que salir a dar explicaciones, ahí sí hubo que reconocer que fueron objeto de violaciones desmedidas por parte de las autoridades y ahí sí hubo que tomar en serio el interés que despiertan los indígenas ante la comunidad internacional. Si la cámara la hubiera mantenido el oficialismo no hubiéramos visto más que un grupo de indígenas “infiltrados por el terrorismo”.

Hago esta observación para que lo espectacular se subordine a lo importante y a lo urgente, para que la cámara no esté donde quieren algunos que veamos, sino donde debe estar para registrar la Historia de una manera medianamente decente. Y lo digo con malestar: tristemente, a través de la cámara, es por donde estamos mirando.

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