Qué pereza con los eufemistas de la caca. No se dan cuenta que se escuchan mitad cínicos, mitad ridículos. Uno entiende que lo hacen porque tienen cargos importantes y públicos, pero en verdad, muy en el fondo, se mueren de ganas por decir "Mierda". Que se dejen de volteretas al lenguaje; si aprendimos a liberar la palabra "tetas" de la caverna del tabú gracias a una serie de televisión, podemos hacer campaña también para que todos digamos mierda, mierda y mierda, cuando haya que llamar mierda a la mierda.
Lo propongo en solidaridad con dos grandilocuentes pedagogos. El primero que nos enseña la ideología de la verdad. Y el segundo, que es el guía de una sociedad pluralista y sobretodo respetuosa.
José Obdulio Gaviria, asesor presidencial, ya puede usted llamar con libertad a los medios de comunicación que le incomodan -a usted o al Presidente- simplemente: ¡Es que esa prensa de mierda!. Y listo, el veneno ha sido liberado sin tener que usar esos rebuscados calificativos como son "cloacas, sumideros de estiércol, receptáculos de estiércol".
Y el segundo, Jorge Melguiso, secretario de Cultura de Medellín, quien recientemente en la Feria de las Flores hizo referencia al entrañable humorista Montecristo arguyendo lo nocivo que resultó su "humor escatológico". ¿Su qué? ¿humor escato... qué ?. Escatológico.
Entiéndase por ello que Melguiso quería decir que era un humor de mierda o, en su defecto, que el humorista era una mierda. Lo que dijo fue un comentario escatológico, para que se entienda mejor.
De haberlo dicho así, sin eufemismos, no hubiera tenido que salir a las emisoras a explicar que los verdaderos humoristas no tienen que recurrir a ofensas, ni a burlarse de las condiciones y discapacidades de los otros. Es decir, no más chistes de pastusos , de mochos, de boquinches, de políticos, de sacerdotes, de costeños, de rolos, de paisas, ni de nada. Chistes blancos que no se metan con nadie, pretende el Secretario.
¡Qué aguafiestas! Como si él no se hubiera reído de algún chiste que le echaron sobre paisas. Seguro no ha entendido que en Colombia nos gusta reírnos de nuestros propios defectos. Como aquél cuento del tipo que llegó donde el doctor con una espada atravesada en el pecho. "¿No le duele?", le pregunta el doctor. "Sí doctor, un poquito, sobre todo cuando me río".
Así somos, qué le podemos hacer.
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