18 nov 2008

Hagámonos los pendejos


Publicado el Martes, 30 de septiembre de 2008

Dice una frase que un pesimista no es más que un optimista bien informado. Pues bien, por el futuro del país, hay que erradicarlos. Ya estuvo bueno de esos pesimistas inoportunos que no hacen sino sacar los trapos sucios al sol. Colombia necesita buenos embajadores, al estilo de Jose Obdulio.

La estrategia es sencilla: esconder lo malo (o hacerlo pasar por un mal menor) y repetir cosas espontáneas como que “ya está moribunda la guerrilla, se acabaron los ‘paras’, prospera la seguridad democrática, subió la inversión extranjera gracias a la confianza que pueden tener aquí los inversionistas y, además, tenemos mujeres muy lindas y dicharacheras y el café más rico del planeta”. Cosas originales.

No podemos permitir que esos “informados” sigan despotricando al desgaire, pues son ellos –y no la realidad- los que crean la burbuja de prejuicios con que nos tildan a los colombianos. Para hacer patria y contribuir a la causa nacional es menester que sacrifiquemos unas cuantas verdades, o por lo menos, las pasemos de soslayo.

Por ejemplo, cuando vayamos a hablar con un extranjero debemos insistir en que aquí no hay desplazamiento forzado sino que hay “migraciones”, a la manera como los gansos huyen del invierno. Explicarle que acá no hay falsos positivos con muertos postizos, sino que suceden desapariciones aisladas. Que acá no hay concubinato con la ilegalidad y es siempre el Gobierno el que ventila los escándalos y no los investigadores, ni los medios de comunicación.

Gente como Daniel Coronell, que juiciosamente sigue escarbando en la Yidispolítica, son los que espantan inversionistas. ¿Para qué seguimos preguntándonos cuales fueron las “1.700 millones de razones” que le dio el Gobierno a Yidis para que no publicara el libro en el que iba a revelar al detalle cómo negoció su voto a favor de la reelección? ¿Acaso queremos deslegitimar un gobierno consagrado y diligente?

Es mal visto –y de mal gusto- que andemos diciendo por ahí que a un hermano del ministro del Interior y de “Justicia” le dieron casa por cárcel a pesar de estar acusado por cinco delitos. Mejor decir que acá en Colombia impera la justicia y al que se roba un celular en un bus o una bolsa de leche en un supermercado le cae todo el peso de la ley. Estamos limpiando el país de malhechores pobres y eso es lo que hay que resaltar.

Pongamos un poquito de nuestra parte, por favor, oficiemos como cancilleres todos y hablemos de nuestro país de mil y un maravillas en cualquier lugar donde nos encontremos. A diferencia de lo que opina Antonio Caballero en su última columna en SEMANA, yo creo que sí podemos ser embajadores, es más, de nuestras relaciones públicas depende que nos quiten tan inmerecida fama que nos obstaculiza los trámites para sacar la visa o para firmar de una vez por todas el TLC. No sean tan quisquillosos señores pesimistas, paren ya con esa catarata de pesquisas y únanse a este clamor de tragar entero que el 84 por ciento de los colombianos viene pidiendo. Al fin al cabo, no es tan difícil hacerse uno el pendejo.

No hay comentarios: